Batalla de Bairén (1097) - El Cid y Pedro I de Aragón contra los almorávides

Cuando todavía podía encontrarse el rey Pedro I de Aragón tomando las primeras medidas de gobierno y organización en la recién conquistada ciudad de Huesca, le llegaron allí, hacia mediados de diciembre de 1096, emisarios del Cid informando que se aproximaba un nuevo contingente almorávide. A pesar del lógico cansancio y del desgaste de recursos que un asedio continuado de treinta meses representaba, Pedro I no dudó en cumplir su pacto de mutua ayuda, prometiendo a los emisarios del Cid que dentro de doce días estaría con él en Valencia.

Con buena parte de los caballeros aragoneses y navarros que habían participado en el asedio de Huesca, el rey Pedro, acompañado también por su hermano Alfonso, el futuro Alfonso el Batallador, se puso en camino hacia Valencia. Rodrigo Díaz de Vivar acogió a su amigo y aliado con grandes honores. Reunidos los dos ejércitos, marcharon hacia la fortaleza de Peña Cadiella, conduciendo hacia ella un gran convoy de cereales y víveres a fin de aprovisionarla abundantemente.

Una vez llegados a la ciudad de Játiva, Muhammad ibn Tasufin, el sobrino del emir, les salió al encuentro con un inmenso ejército. Durante todo aquel día los almorávides no se lanzaron al ataque, sino que permanecieron en los montes próximos entre grandes griterías y vocerías contemplando el avance de las huestes cristianas.

El rey Pedro y el Cid se abrieron camino desde Játiva hasta Peña Cadiella, donde depositaron todos los suministros, quedando así la fortaleza equipada con toda abundancia y con capacidad para resistir cualquier largo asedio. Como itinerario de regreso de Peña Cadiella a Valencia, los ejércitos conjuntos del rey Pedro y del Cid eligieron el camino de la costa, evitando así el más montañoso por Játiva. Llegaron junto al mar y allí fijaron sus tiendas, muy cerca de una fortaleza llamada Bairén, hoy conocida como castillo de San Juan, al norte de Gandía, muy próximo a esta ciudad.

Muhammad ibn Tasufin, con su inmenso ejército de almorávides y de otros musulmanes, también se había movido y, saliendo al paso de la hueste cristiana, había plantado su campamento, dispuesto a trabar combate, en un gran monte que se alzaba en aquel lugar. Se trata del monte hoy llamado Mondúber, próximo al mar y se alzaba hasta una altura de 840 metros.

LA BATALLA

Las estribaciones del monte llegaban casi hasta el mismo mar, de tal manera que el camino hacia Valencia quedaba encajonado entre el monte y el mar. En el mar se había concentrado una gran multitud de naves, tanto de los almorávides como de musulmanes andalusíes, desde las que hostilizaban a los cristianos con toda clase de flechas y saetas disparadas con arcos y ballestas, mientras desde el monte les lanzaban también otras muchas armas arrojadizas.

Se trataba de un paso muy estrecho, que había sido muy bien tomado por el ejército almorávide. A la vista de la gravedad de la situación, en el ejército cristiano comenzó a cundir el desánimo. Para evitar que este estado de ánimo, preludio de la derrota, se apoderase de sus hombres, el Cid sin dudar un instante montó a caballo y comenzó a recorrer las filas de los suyos animándolos más o menos con estas palabras:

"Oídme, compañeros muy queridos y apreciados, manteneos firmes y decididos para el combate y empuñad la espada con valor varonil. Rechazad todo temor por el gran número de enemigos, porque hoy nuestro Señor Jesucristo no los entregará en nuestras manos y los pondrá en nuestro poder."

Llegado el mediodía, el Cid y el rey Pedro, con todo su ejército, iniciaron una terrible carga con las armas más poderosas y con lo más fuerte de sus tropas, arrollando cuanto se les ponía por delante y destrozando al enemigo, el cual comenzó a huir.

Si en Cuarte (1094) la victoria había sido el fruto de una estrategia y de una sorpresa, en Bairén será el resultado de una poderosa carga frontal que destrozaba y abatía todo cuanto le cerraba el camino. La desesperación, la fe ciega en el jefe que los mandaba, el ejemplo del Campeador, y la seguridad en la victoria, que nunca antes les había fallado, hicieron el prodigio.

El ejército almorávide deshecho y puesto en fuga sufrió muchas bajas, tanto en combate como en la huida. Aparte de los que se ahogaron en el cauce del río que corría a las espaldas del ejército musulmán, y otros que se sumergieron al tratar de alcanzar las naves que los apoyaban desde la costa.

Deshecha y dispersa la hueste musulmana, de nuevo en Bairén como antes en Cuarte, abandonaron en manos de los cristianos victoriosos el campamento con todos sus bienes. Entre el botín alcanzado había (gran cantidad de) oro, plata, caballos, mulas, valiosas armas y otras riquezas.

Después de una victoria tan contundente y hasta cierto punto inesperada, puesto que la operación planeada como una expedición de aprovisionamiento y socorro a Peña Cadiella, se había convertido en el aniquilamiento del ejército almorávide, al intentar éste cerrar el camino de regreso a Valencia. Las tropas del Cid y del rey Pedro de Aragón tomaron el camino de la ciudad del Turia, alabando y dando gracias a Dios por la victoria que les había otorgado.



Bibliografía:
Resumen del capítulo de la "Batalla de Bairén", del libro "El Cid histórico". De Gonzalo Martínez Díez.