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Las murallas del mundo
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Las murallas del mundo
Constantinopla, año 626.
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Asedio a las murallas de Constantinopla
La hija de Roma, se halla inmersa en una lucha eterna. Durante generaciones, la heredera y después, señora de su propia benefactora, luchó por su supervivencia, e incluso agrandó los límites conocidos de su jurisdicción.
Arrancó la ardiente tierra africana, de las manos de los piratas vándalos, que durante años la oprimieron y subyugaron a su dominio sin parangón, arrasando la herencia romana y africana conjunta, y permitiendo la entrada de hordas imparables de tribus beréber.
No contenta con tal gesta, se embarcó hacia tierras de su patria, Roma, y mediante una lucha feroz, que abarcaría 20 años, consiguió dominar la península Itálica, no sin antes haber llevado la guerra a límites desconocidos en un Occidente, demasiado tranquilo y nadando ya en la tranquilidad despótica de los reinos bárbaros.
Y mientras traía a su lado, mediante espada y fuego el dominio de sus hermanos romanos, y exigía respeto con la guerra, mantenía una lucha total en la frontera oriental, con unos enemigos que no conocían el descanso.
Eran éstos los verdaderos rivales del único Imperio en el mundo conocido. Los siglos parecían no pasar en una frontera casi inamovible en el escenario oriental. Decenas, cientos de batallas hacían testigo a una tierra, que sufría en lo más hondo de su pecho, toda esa vorágine destructiva que suponía el frente oriental.
Los sasánidas habían llegado a morder el polvo más de una ocasión; pero los romanos, sufrirían más que nunca los avatares de una cruel guerra, en la que en esta parte del mundo, deberían hacer a la defensiva.
Ni siquiera Trajano, Septimio Severo, Gordiano, o incluso el mismísmo Juliano, lograron acabar con la amenaza sasánida....y siempre estuvo ahí...esperando la oportunidad para resurgir de la sombra y aniquilar a su eterno enemigo.
Constantinopla lo sabía; por eso desde su juventud, hasta su madurez en este año, perduró la defensa de esa terrible frontera, impermeable, y problemática en la seguridad de su propio Imperio.
Belisario logró contenerles en el siglo VI, con un sha, digno heredero del terrible Sapor, llegando a conquistar Antioquia, arrasando ciertas partes de la frontera, y provocando un estado de alarma constante. El mejor general de aquella época, y posiblemente uno de los mejores de la historia, logró contenerlo, con una ridiculez de fuerzas siempre penosa, pero efectiva. No fue fácil, pero logró su objetivo.
Pasaron años de cordialidad, eran los engañosos finales del siglo VI, la calma que precede a la tempestad.
Y la tempestad, se arrojó en las horas más bajas para el Imperio. La marea eslava arrasaba la tierra balcánica, amenazando a la misma capital; los beréberes continuaban sus asaltos en las fronteras africanas, visigodos penetraban en la exigua provincia; lombardos saqueaban a placer las tierras ganadas con tanto sufrimiento, sin encontrar resistencia ni tener piedad; y por si fuera poco, una guerra civil azotaba el imperio tras la sucesión a punta de espada, del último emperador romano.
Era la oportunidad.
Los sasánidas comenzaron los preparativos para una guerra total, definitiva, a escala del viejo imperio que el mismísimo Alejandro Magno abatió siglos antes. Cosroes, lanzó sus ejércitos inabarcables contra todo el frente romano. La resistencia en algunos puntos fue realmente poderosa, mas las fuerzas romanas, desplazadas hacia los Balcanes, y la inestabilidad política, provocó el colapso total de las fronteras.
Era la primera vez que ocurría y lo que decenas de emperadores y políticos se temían, se hizo realidad. Oriente se perdió en su totalidad, llegando los sasánidas incluso a la frontera africana, recientemente conquistada y creada.
Los eslavos no cesaban en sus movimientos y estrechaban cada vez más el cuello a los moribundos Balcanes. Heraclio, el nuevo emperador romano, el salvador del Imperio, venía al rescate del mundo, desde la otra zona del Imperio, la recién conquistada África.
Proveniente de una familia militar armenia, asentada tras los años de la conquista de África, se dirigió raudo a la capital, la tomó y estableció un orden lo suficientemente notable como para mantener una situación de fidelidad total a una única figura.
Eran tiempos de crisis, y seguirían aún más, pero Heraclio sabía que la única opción de sobrevivir, era convirtiéndose en algo más que un emperador.
Agarró su panoplia de guerra, y se lanzó en la carrera a la batalla, entrando por la retaguardia del frente, justo en la cuna de su familia, Armenia, desde allí dirigió sus operaciones, estableciendo pactos, mandando ejércitos y digiriendo una estrategia puramente en constante movimiento.
Los ávaros, los sucesores y continuadores de la tradición huna, se habían convertido en unos incómodos vecinos, y los asaltos a los Balcanes, era ya una tradición familiar, casi un honor que debían realizar siempre que lo quisieran, y cuando quisieran. Se les pagaba una cantidad desorbitarte, y dejaban en paz las tierras del Imperio.
Pero en la época de Heraclio, aunque inicialmente se decantaron por seguir la política de contentamiento romana, dieron un vuelco final, a la llegada de los sasánidas, en su avance arrollador, a las mismísimas puertas del cuerno del Oro, amenazando de hecho y en la práctica, a la capital del Imperio.
Heraclio, desde sus bases ordenó el abastecimiento total de la capital, reorganización de las defensas, aumento de catapultas, llegada de tropas del frente, y sobre todo, valor, ante la prueba que se avecinaba.
El emperador, a miles de kilómetros, no podía efectuar una maniobra de ayuda, puesto que entonces caería en las redes de los ejércitos en la vanguardia, y aniquilarían de un golpe de mano, a todo el Imperio.
Miles de ávaros, enterados de la presencia sasánida, se precipitaron a realizar el asedio de la capital, en el año 626, ante la estupefacción romana y el regocijo persa.
Los romanos esta vez, tenían graves problemas, puesto que, a pesar de haber sido amenazados en ocasiones por el mítico Atila, o puestos a prueba ante las recién llegadas tropas godas, bañadas aún en la sangre de sus soldados, en las puertas de la capital; o las hordas de los mismos ávaros atravesar las murallas interiores situadas más al frente de las mismas que rodeaban a la capital, nunca habían experimentado una situación de sitio realmente.
Ahora se vería la magnitud de las defensas romanas.
Constantinopla disponía, de la mejor muralla existente en el mundo, y que así lo demostraría a lo largo de toda su existencia, resistiendo numerosos asedios y batallas, que jamás la echarían abajo, de encontrarse efectivamente defendida.
El khagan ávaro lo sabía, por lo que trajo a todas sus fuerzas, junto con sus aliados, formando una horda importante y aniquiladora. Gépidos, eslavos y ávaros, junto con mercenarios bárbaros de los reinos allende del Imperio, se aglutinaron para tratar de conquistar, la capital del mundo.
Los ciudadanos se prepararon con fuerza y valor, día y noche mediante oraciones, y confianza en la voluntad divina. El patriarca Sergio, auténtico defensor de la ciudad, oraba por el día en la Iglesia, y por la noche marchaba por los pórticos y murallas de la ciudad, levantando la moral a los hundidos soldados.
Decenas de asaltos momentáneos se arrojaban a las murallas, incluso el puesto avanzado de Blaquernae, cayó bajo manos enemigas, convirtiéndose en un baluarte mismo ávaro, del que partían todos los ataques.
Los romanos resistían, pero el khagan, cada vez estaba más furioso e impaciente por obtener la capital, por lo que sus ataques eran aún más duros, forzando a los defensores a hacer un alarde de superación, que Bonus, el general al mando, en ocasiones no pudo mantener.
No sólo eso, sino que el mar, se hallaba infestado de movimientos náuticos de los monoxylae eslavos, trayendo guerreros para atacar la menos poderosa, muralla marítima de la ciudad.
Bonus, esperó pacientemente la llegada de los mismos, y arrasó toda la maniobra eslava, provocando que estos mismos, desmoralizados, abandonasen al ejército ávaro. Paralelamente, impedían la llegada de refuerzos sasánidas desde el otro lado. Se había ganado la batalla marítima, y por tanto, roto el sitio de facto.
Refuerzos llegaban de mano del hermano del emperador, Bonus, alardeando de un cambio de situación, salió con sus tropas, y rechazando cualquier acuerdo, desató la ira de un ejército que durante casi un mes, había sufrido el sitio más importante de la historia de su capital, arrasando la retaguardia ávara, y persiguiéndolos hasta hacerles retroceder a su khaganato.
Constantinopla estaba salvada, por el momento. Heraclio había conseguido aislar al potente ejército persa justo a las fronteras de su propia capital, y sobre todo, había llegado a un acuerdo con el khagan jázaro, consiguiendo una fuerza potente de caballería.
La unión de un ejército veterano en campañas durante años, junto con la llegada de jinetes nómadas turcos, propició la caída de poder de Cosroes, y el mismo Imperio Sasánida. Por fin, después de casi 6 siglos de guerras, los persas, habían caído definitivamente bajo poder romano.
No obstante, Heraclio fue piadoso, sabía que sus ejércitos no estaban en condiciones de mantener una guerra aún más recrudecida con los últimos estratos sasánidas, por lo que estableció una paz totalmente favorable al Imperio, y manteniendo una conexión con la corte, en materia de colocar prácticamente al mismo general, que intentó capturar la capital, Sharbaraz.
Las murallas de Constantinopla, habían demostrado estar a la altura de la ingeniería romana. Es de destacar, que ni siquiera sus hermanas, las murallas aurelianas de Roma, soportarían tantos sitios y tantas puestas a prueba, como lo harían las mismas de Constantinopla.
Durante siglos, deberían afrontar sitios cruciales, desde árabes, hasta varegos, búlgaros y latinos, junto con los últimos y más potentes, turcos. Éstos últimos, llevarían el asedio a la ciudad a un extremo desconocido: utilizando cañones que día y noche golpeaban las murallas, y que no conseguían derribarlas.
La historia de las murallas de Constantinopla, es una historia surgida de la sangre de cientos de generaciones, que honrando la memoria de sus antepasados, defendieron la ciudad, una vez tras otra, sin importar la razón exacta de ello, demostrando la fuerza espiritual de una ciudad, que siempre se negó a ser conquistada.
La piedra de las murallas, junto con el valor de los hombres que la defendieron, dieron lugar a la leyenda, de las más poderosas e impenetrables murallas de la antigüedad y el medievo.
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Asedio a las murallas de Constantinopla
La hija de Roma, se halla inmersa en una lucha eterna. Durante generaciones, la heredera y después, señora de su propia benefactora, luchó por su supervivencia, e incluso agrandó los límites conocidos de su jurisdicción.
Arrancó la ardiente tierra africana, de las manos de los piratas vándalos, que durante años la oprimieron y subyugaron a su dominio sin parangón, arrasando la herencia romana y africana conjunta, y permitiendo la entrada de hordas imparables de tribus beréber.
No contenta con tal gesta, se embarcó hacia tierras de su patria, Roma, y mediante una lucha feroz, que abarcaría 20 años, consiguió dominar la península Itálica, no sin antes haber llevado la guerra a límites desconocidos en un Occidente, demasiado tranquilo y nadando ya en la tranquilidad despótica de los reinos bárbaros.
Y mientras traía a su lado, mediante espada y fuego el dominio de sus hermanos romanos, y exigía respeto con la guerra, mantenía una lucha total en la frontera oriental, con unos enemigos que no conocían el descanso.
Eran éstos los verdaderos rivales del único Imperio en el mundo conocido. Los siglos parecían no pasar en una frontera casi inamovible en el escenario oriental. Decenas, cientos de batallas hacían testigo a una tierra, que sufría en lo más hondo de su pecho, toda esa vorágine destructiva que suponía el frente oriental.
Los sasánidas habían llegado a morder el polvo más de una ocasión; pero los romanos, sufrirían más que nunca los avatares de una cruel guerra, en la que en esta parte del mundo, deberían hacer a la defensiva.
Ni siquiera Trajano, Septimio Severo, Gordiano, o incluso el mismísmo Juliano, lograron acabar con la amenaza sasánida....y siempre estuvo ahí...esperando la oportunidad para resurgir de la sombra y aniquilar a su eterno enemigo.
Constantinopla lo sabía; por eso desde su juventud, hasta su madurez en este año, perduró la defensa de esa terrible frontera, impermeable, y problemática en la seguridad de su propio Imperio.
Belisario logró contenerles en el siglo VI, con un sha, digno heredero del terrible Sapor, llegando a conquistar Antioquia, arrasando ciertas partes de la frontera, y provocando un estado de alarma constante. El mejor general de aquella época, y posiblemente uno de los mejores de la historia, logró contenerlo, con una ridiculez de fuerzas siempre penosa, pero efectiva. No fue fácil, pero logró su objetivo.
Pasaron años de cordialidad, eran los engañosos finales del siglo VI, la calma que precede a la tempestad.
Y la tempestad, se arrojó en las horas más bajas para el Imperio. La marea eslava arrasaba la tierra balcánica, amenazando a la misma capital; los beréberes continuaban sus asaltos en las fronteras africanas, visigodos penetraban en la exigua provincia; lombardos saqueaban a placer las tierras ganadas con tanto sufrimiento, sin encontrar resistencia ni tener piedad; y por si fuera poco, una guerra civil azotaba el imperio tras la sucesión a punta de espada, del último emperador romano.
Era la oportunidad.
Los sasánidas comenzaron los preparativos para una guerra total, definitiva, a escala del viejo imperio que el mismísimo Alejandro Magno abatió siglos antes. Cosroes, lanzó sus ejércitos inabarcables contra todo el frente romano. La resistencia en algunos puntos fue realmente poderosa, mas las fuerzas romanas, desplazadas hacia los Balcanes, y la inestabilidad política, provocó el colapso total de las fronteras.
Era la primera vez que ocurría y lo que decenas de emperadores y políticos se temían, se hizo realidad. Oriente se perdió en su totalidad, llegando los sasánidas incluso a la frontera africana, recientemente conquistada y creada.
Los eslavos no cesaban en sus movimientos y estrechaban cada vez más el cuello a los moribundos Balcanes. Heraclio, el nuevo emperador romano, el salvador del Imperio, venía al rescate del mundo, desde la otra zona del Imperio, la recién conquistada África.
Proveniente de una familia militar armenia, asentada tras los años de la conquista de África, se dirigió raudo a la capital, la tomó y estableció un orden lo suficientemente notable como para mantener una situación de fidelidad total a una única figura.
Eran tiempos de crisis, y seguirían aún más, pero Heraclio sabía que la única opción de sobrevivir, era convirtiéndose en algo más que un emperador.
Agarró su panoplia de guerra, y se lanzó en la carrera a la batalla, entrando por la retaguardia del frente, justo en la cuna de su familia, Armenia, desde allí dirigió sus operaciones, estableciendo pactos, mandando ejércitos y digiriendo una estrategia puramente en constante movimiento.
Los ávaros, los sucesores y continuadores de la tradición huna, se habían convertido en unos incómodos vecinos, y los asaltos a los Balcanes, era ya una tradición familiar, casi un honor que debían realizar siempre que lo quisieran, y cuando quisieran. Se les pagaba una cantidad desorbitarte, y dejaban en paz las tierras del Imperio.
Pero en la época de Heraclio, aunque inicialmente se decantaron por seguir la política de contentamiento romana, dieron un vuelco final, a la llegada de los sasánidas, en su avance arrollador, a las mismísimas puertas del cuerno del Oro, amenazando de hecho y en la práctica, a la capital del Imperio.
Heraclio, desde sus bases ordenó el abastecimiento total de la capital, reorganización de las defensas, aumento de catapultas, llegada de tropas del frente, y sobre todo, valor, ante la prueba que se avecinaba.
El emperador, a miles de kilómetros, no podía efectuar una maniobra de ayuda, puesto que entonces caería en las redes de los ejércitos en la vanguardia, y aniquilarían de un golpe de mano, a todo el Imperio.
Miles de ávaros, enterados de la presencia sasánida, se precipitaron a realizar el asedio de la capital, en el año 626, ante la estupefacción romana y el regocijo persa.
Los romanos esta vez, tenían graves problemas, puesto que, a pesar de haber sido amenazados en ocasiones por el mítico Atila, o puestos a prueba ante las recién llegadas tropas godas, bañadas aún en la sangre de sus soldados, en las puertas de la capital; o las hordas de los mismos ávaros atravesar las murallas interiores situadas más al frente de las mismas que rodeaban a la capital, nunca habían experimentado una situación de sitio realmente.
Ahora se vería la magnitud de las defensas romanas.
Constantinopla disponía, de la mejor muralla existente en el mundo, y que así lo demostraría a lo largo de toda su existencia, resistiendo numerosos asedios y batallas, que jamás la echarían abajo, de encontrarse efectivamente defendida.
El khagan ávaro lo sabía, por lo que trajo a todas sus fuerzas, junto con sus aliados, formando una horda importante y aniquiladora. Gépidos, eslavos y ávaros, junto con mercenarios bárbaros de los reinos allende del Imperio, se aglutinaron para tratar de conquistar, la capital del mundo.
Los ciudadanos se prepararon con fuerza y valor, día y noche mediante oraciones, y confianza en la voluntad divina. El patriarca Sergio, auténtico defensor de la ciudad, oraba por el día en la Iglesia, y por la noche marchaba por los pórticos y murallas de la ciudad, levantando la moral a los hundidos soldados.
Decenas de asaltos momentáneos se arrojaban a las murallas, incluso el puesto avanzado de Blaquernae, cayó bajo manos enemigas, convirtiéndose en un baluarte mismo ávaro, del que partían todos los ataques.
Los romanos resistían, pero el khagan, cada vez estaba más furioso e impaciente por obtener la capital, por lo que sus ataques eran aún más duros, forzando a los defensores a hacer un alarde de superación, que Bonus, el general al mando, en ocasiones no pudo mantener.
No sólo eso, sino que el mar, se hallaba infestado de movimientos náuticos de los monoxylae eslavos, trayendo guerreros para atacar la menos poderosa, muralla marítima de la ciudad.
Bonus, esperó pacientemente la llegada de los mismos, y arrasó toda la maniobra eslava, provocando que estos mismos, desmoralizados, abandonasen al ejército ávaro. Paralelamente, impedían la llegada de refuerzos sasánidas desde el otro lado. Se había ganado la batalla marítima, y por tanto, roto el sitio de facto.
Refuerzos llegaban de mano del hermano del emperador, Bonus, alardeando de un cambio de situación, salió con sus tropas, y rechazando cualquier acuerdo, desató la ira de un ejército que durante casi un mes, había sufrido el sitio más importante de la historia de su capital, arrasando la retaguardia ávara, y persiguiéndolos hasta hacerles retroceder a su khaganato.
Constantinopla estaba salvada, por el momento. Heraclio había conseguido aislar al potente ejército persa justo a las fronteras de su propia capital, y sobre todo, había llegado a un acuerdo con el khagan jázaro, consiguiendo una fuerza potente de caballería.
La unión de un ejército veterano en campañas durante años, junto con la llegada de jinetes nómadas turcos, propició la caída de poder de Cosroes, y el mismo Imperio Sasánida. Por fin, después de casi 6 siglos de guerras, los persas, habían caído definitivamente bajo poder romano.
No obstante, Heraclio fue piadoso, sabía que sus ejércitos no estaban en condiciones de mantener una guerra aún más recrudecida con los últimos estratos sasánidas, por lo que estableció una paz totalmente favorable al Imperio, y manteniendo una conexión con la corte, en materia de colocar prácticamente al mismo general, que intentó capturar la capital, Sharbaraz.
Las murallas de Constantinopla, habían demostrado estar a la altura de la ingeniería romana. Es de destacar, que ni siquiera sus hermanas, las murallas aurelianas de Roma, soportarían tantos sitios y tantas puestas a prueba, como lo harían las mismas de Constantinopla.
Durante siglos, deberían afrontar sitios cruciales, desde árabes, hasta varegos, búlgaros y latinos, junto con los últimos y más potentes, turcos. Éstos últimos, llevarían el asedio a la ciudad a un extremo desconocido: utilizando cañones que día y noche golpeaban las murallas, y que no conseguían derribarlas.
La historia de las murallas de Constantinopla, es una historia surgida de la sangre de cientos de generaciones, que honrando la memoria de sus antepasados, defendieron la ciudad, una vez tras otra, sin importar la razón exacta de ello, demostrando la fuerza espiritual de una ciudad, que siempre se negó a ser conquistada.
La piedra de las murallas, junto con el valor de los hombres que la defendieron, dieron lugar a la leyenda, de las más poderosas e impenetrables murallas de la antigüedad y el medievo.
Faras- Moderador
- Mensajes : 486
Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : Bética
Re: Las murallas del mundo
Si... es una lástima que la polvora fue el fin de las murallas de la gran Constantinopla.
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